15 jun 2011

7-7-74: El Contexto (IV)

(viene de la entrada anterior)

El Padre Olvidado (II)
El Dínamo de Kíev de los sesenta
Inventar el 4-4-2 debería ser más que suficiente para recordar a cualquiera, pero en realidad Maslov no se quedó ahí. El técnico soviético renegaba del marcaje individual (para él, esta forma de defender “humillaba, insultaba y oprimía moralmente” a quienes debían realizarlo) y sobretodo consideraba que, mediante una buena organización, se podía disponer de superioridad numérica en cualquier sitio del campo. Maslov creía, en resumidas cuentas, en lo que Zezé Moreira había difundido con su Brasil en el Mundial’58: el marcaje zonal. A ello combinó algo que hasta la fecha no se había utilizado, posiblemente debido al desgaste físico y mental que requería: Maslov ordenó a sus futbolistas que fuesen constantemente a buscar el balón en vez de esperarlo, que actuasen de forma proactiva y no solo reactiva como hasta la fecha se había defendido.

Y así lo hicieron. Gracias sobretodo a la capacidad de un defensa reconvertido en centrocampista, Vasyl Turyanchyk, de salir y llevarse a sus compañeros hacia adelante (una especie de Franco Baresi de la época, por así decirlo), el Dínamo lograba aparecer, sin balón, como una escuadra omnipresente en el campo. El equipo transmitía una sensación de superioridad física y numérica en todas las zonas que apabullaba a los rivales. Si a ello se le suma la calidad en fase ofensiva de jugadores como Andriy Biba, considerado uno de los mejores futbolistas creativos que Ucrania haya producido jamás, se entiende por qué el periodista Arkady Galinskiy escribió sobre el Dínamo que eran “como dos equipos en uno: el primero defendía duro, enzarzándose en batallas de poder a poder si el rival así lo requería, mientras el segundo jugaba con el estilo técnico «sureño», pasándose el balón a un tempo arrítmico”.
Las innovaciones a nivel táctico del Dínamo rápidamente se tradujeron en éxitos, y el equipo se hizo con tres títulos ligueros de forma consecutiva, incluyendo un doblete con la Copa en 1966. Las novedades de Maslov no se quedaban ahí: József Szabó, jugador húngaro del Dínamo entre 1959 y 1969, ya apuntaba que “el 4-4-2 que había introducido el «abuelo» era sólo algo formal: durante el partido había un intercambio constante de posiciones, y un defensa podía subir a presionar sin problemas sabiendo que un delantero le cubriría la espalda”. Una definición que es perfectamente aplicable a lo que después sería el Fútbol Total holandés.
Valeri Lobanovskiy,
el discípulo de Maslov
El genio de Maslov iba siempre más allá. Anticipándose a los tiempos que se acercaban, el entrenador ruso previó una tendencia que dura hasta nuestros días: la reducción del número de delanteros fijos en los esquemas. Maslov explicó una vez que “el fútbol es como un avión: como más aumenta su velocidad, más resistencia encuentra, y el morro debe ser cada vez más aerodinámico”. Traduciendo, como más rápido se juegue al balompié, menos delanteros necesitaremos: Maslov intuía ya en los sesenta el juego de transiciones y de sistemas con un solo punta que definen el fútbol competitivo de hoy.
Desgraciadamente, nunca sabremos hasta dónde hubiese llegado el Dínamo de haber seguido Maslov a su cargo: en 1970, debido a la marcha de muchos de sus jugadores al Mundial de México, el equipo de Kíev cayó a una desilusionante séptima plaza. Maslov, que había conseguido reemplazar los titulares por los jóvenes del segundo equipo durante la Copa Mundial de 1966, no fue capaz de lograrlo cuatro años más tarde, y eso le condenó. El fútbol competitivo exige resultados. Así, hacia el final de la temporada de 1970 se produjo lo que Mykhaylo Koman, ex futbolista del Dínamo y asistente de Maslov, considera uno de los episodios más vergonzosos de la historia del club: durante un viaje a Moscú para jugar contra el CSKA, a Maslov se le anunció en privado que no continuaría al frente del equipo. El ya ex-técnico presenció la derrota por 1-0 del equipo desde la grada, y al marcharse, el bus que llevaba la escuadra al aeropuerto para volver a Kíev simplemente dejó a Maslov en una parada de metro. “Si no lo hubiese visto yo mismo”, dijo Koman, “jamás hubiese creído que un gigante como Maslov pudiese llorar”.

Por Kj. 2011

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